Cultura

Un mercado con mala suerte

Locatarios del mercado número 66, edificado en los años 50, piensan que son perseguidos por el infortunio, pues la más reciente de sus tragedias, la del covid-19, alargó la agonía de sus negocios, ya que los sorprendió cuando creían que todo se normalizaría después de sus quebrantos.

Este mercado público, situado en el número 161 de la calle 5 de Febrero, no es como el resto de los que abundan en Ciudad de México, donde la zona de comida se mezcla con otras; aquí están separados, pero la pandemia se dejó venir cuando empezaban los festejos.

Y mientras en los demás mercados, como el Juárez, solo cumplían de manera parcial con las medidas sanitarias, ellos acataban las reglas, como solo vender comida para llevar; en otros, sin embargo, servían alimentos en mesas, y a ciertos restaurantes se les permitió atender a la clientela; eso sí, como se ha visto, con la debida sana distancia.

La ayuda económica prometida, sin embargo, nada más le llegó a unos cuantos locatarios, aseguran que a dos, que hicieron los trámites por Internet; al resto se les pidió documentos, pero en la alcaldía Cuauhtémoc les dijeron que ahí no era la ventanilla indicada, sino en la Secretaría de Economía.

Ahora se echan la bolita.

Estos locatarios, con antigüedad de entre 35 y 40 años, no quieren pleitos, sino que los atiendan, dice Demetria Verónica Zamudio, que frisa los 65, quien recuerda que prometieron la edificación de un centro de desarrollo infantil, pero el lugar es usado como estacionamiento y bodega.

Entonces vino la pandemia.

Y todo se paralizó.

El pasado día 27 de Febrero del 2020, el alcalde de Cuauhtémoc, Néstor Núñez López, visitó este mercado, denominado Pequeño Comercio, para revisar la obra de remodelación que había concluido.

Hizo un recorrido expedito, observó, se paró junto con su comitiva, entre ellos el director de Gobierno de la demarcación, las jefas de Mercados y de la Territorial Obrera-Doctores, y frente a la mayoría de los locatarios preguntó cómo veían la remodelación.

Los presentes agradecieron, de acuerdo a testimonios, y dijeron que estaban satisfechos, pues desde 1987 no se le había invertido “a profundidad” en este mercado, pero le recordaron que desde hacía tiempo tenían una solicitud acerca del espacio infantil.

Narran que el alcalde escudriñó rápidamente y preguntó si esa zona estaba asignada el área a la territorial de Esperanza-Buenos Aires –que la ocupa como bodega- a lo que su comitiva le respondió que sí. También se le mostró el foro, el área de columpios y juegos infantiles, invadidos por esa misma oficina, “y entonces nos dijo que si teníamos una solicitud contábamos con 30 minutos para entregársela personalmente por escrito”. Los comerciantes se apuraron.

Después de la reunión con funcionarios locales, el alcalde recibió la petición escrita, donde solicitan que el espacio se convirtiera ya sea en “bebeteca”, “casa de cultura”, “biblioteca”, “Cendi” o “pilares”, a lo que Núñez respondió: “Veo más viable la casa de cultura, si les parece bien, pero no les prometo eso en 2 meses o 3, sino para finales de año”.

El delegado se retiró en bicicleta.

Y todo quedó en el aire.

En algunos mercados públicos no cumplen de manera puntual con la sana distancia, como es el Juárez, donde incluso se le han hecho boquetes en las paredes que dan a la avenida Cuauhtémoc; en otros, como se ha visto, son más cumplidos, como el mercado Pequeño Comercio.

Ambos están en la alcaldía Cuauhtémoc, jurisdicción donde se amontonan vendedores ambulantes. Un ejemplo de esto último es el Eje 1 Norte. Aquí el tráfico vehicular es lento y algunos vendedores desafían al coronavirus mientras pregonan su mercancía.

A varias cuadras de esa zona, en el mercado Pequeño Comercio, Benigno García, mejor conocido como Daniel, de 85 años, con 35 de locatario, dice algo en lo que todos aquí coinciden: la tercera crisis, acentuada con el covid-19, es la más dura que han sufrido.

—Tenemos ilusión de que ahora sí se levante el mercado –implora Benigno-, porque ahorita todas las oficinas del gobierno están cerradas. Por eso estamos vacíos, y así llevamos de abril a esta fecha.

—¿Y ya se ve una luz en el túnel?

—Sí, ahorita ya tenemos esperanza, porque ya nos dejaron bajar las sillas; tenemos dos-tres clientes que vienen a comer. Su vecina Verónica Zamudio, con 34 años de comerciante, dice que la reactivación es lenta en este mercado y que el mercado no cuenta con ninguna señal para anunciar que se dedica a esa actividad, pues desde hace tiempo ha sido invadido por otras oficinas del gobierno capitalino.

—La entrada se confunde.

—Así es –responde-, por eso necesitamos una paleta donde diga Mi mercado, como en la mayoría, pero no lo tenemos ni del lado de 5 de Febrero, ni de Diagonal 20 de Noviembre.

—Y qué más piden.

—Que la gente nos visite y conozca nuestra sabrosa comida tipo casera, que nuestro mercado es bonito y que en todos los locales hay limpieza. En la entada del mercado está la tienda de Virginia Guadarrama, quien colocó un letrero que indica: “Los inteligentes usan cubrebocas”.

Ella tiene 46 años de edad, 34 de los cuales ha dedicado al comercio, por lo que desde muy jovencita comenzó en esta labor y conoce la vida de la colonia Obrera, donde nació. Explica que después de los sismos del 85 estuvieron afuera de las instalaciones durante dos años, pues la Obrera fue una de las colonias más afectadas por los movimientos telúricos de aquel año. Después vinieron otros cambios. La remodelación fue el principal.

—Y quedó bien…

—Quedó muy bien la remodelación –responde Guadarrama-, salvo algunas cosillas que andan por ahí volando, porque las vigas que teníamos eran de madera, y entonces, como no se les daba mantenimiento, se apolillaron y corríamos el riesgo.

El problema es que mientras estaban en la calle gastaron lo poco que habían ahorrado, recuerda Guadarrama, y cuando quedó listo el mercado pensaron que se iban a reponer y fue cuando llegó la pandemia.

—Pero tienen esperanza…

—Sí, sí, yo tengo mucha esperanza en que si esto no termina, por lo menos tengamos una forma de defendernos con la sana distancia, con el cubrebocas, con el gel, todo eso, y que vuelvan nuestros cliente a confiar en nosotros. Edificado en los años 50, durante el sexenio de Miguel Alemán, este mercado ha sufrido modificaciones que lo han marcado; ahora, con la nueva normalidad, los comerciantes tienen esperanza de recuperarse y algunos se encomiendan a imágenes religiosas.

Y en eso están miles.

Millones.